Pantalla global: ¿un proyecto abierto?

Pantalla con imágenes del documental The Greatest Movie Ever Sold de Morgan Spurlock durante un vuelo de la compañía Emirates entre Dubai y Londres, el 13 de agosto de 2011. Fotografía de Balazs Gardi.

Pantalla con imágenes del documental The Greatest Movie Ever Sold, de Morgan Spurlock, durante un vuelo de la compañía Emirates entre Dubai y Londres, el 13 de agosto de 2011. Fotografía de Balazs Gardi.

Ciertamente, la exposición Pantalla global, presentada en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) desde el 24 de enero, es digna de visitarse. Basada en el libro homónimo de Gilles Lipotevski y Jean Serroy –curadores de la muestra junto con Andrés Hispano–, nos adentra en uno de los fenómenos más significativos de nuestra cultura: la omnipresencia de la pantalla como instrumento para reproducir y manipular la realidad visible. Mediante una sucesión de instalaciones audiovisuales, la exposición nos sitúa ante la evidencia de que, en virtud la generalización de instrumentos técnicos basados en superficies para mostrar imágenes –desde el cinematógrafo hasta el teléfono móvil, pasando por los televisores, los radares y los ordenadores, entre otros– nuestra forma de aproximarnos al entorno tiende a estar cada vez más mediatizada. Y, tal como se nos recuerda hasta la saciedad, la mediatización del universo ha llegado a ser tan vasta y profunda que las simulaciones mostradas en las pantallas llegan a poseer, muchas veces, más entidad que la realidad observada directamente con nuestros ojos.

Pantalla global es un gran collage de imágenes que ejercen una fascinación inmediata sobre el espectador y que, en sus mejores momentos, lo incitan a la reflexión. Eso sí, a veces, la espectacularidad y el virtuosismo de las instalaciones audiovisuales encubren una cierta superficialidad. Además, los curadores parecen olvidar que la pantalla no solo es el vehículo de las imágenes visuales sino que lo es también y, cada vez más, del texto escrito, tal como demuestran los innumerables SMS y correos electrónicos que recibimos en todo momento en nuestros móviles, y los inefables procesadores de texto que utilizamos cada día en nuestros ordenadores. Sin embargo, ni una ni otra cosa impiden que Pantalla global, gestada aún en la época de Josep Ramoneda como director del CCCB, pueda considerarse una buena exposición. Ojalá que me equivoque, pero me parece difícil que volvamos a ver proyectos de este calibre en el centro barcelonés.

Ahora bien, Pantalla global no ha sido concebida exclusivamente como una exposición convencional. En realidad, es una propuesta que se prolonga en Internet con la intención de favorecer la colaboración del público. En palabras de sus organizadores, Pantalla global es un “proyecto abierto, evolutivo y compartido” y un “experimento de creación y cocreación”. Todo esto es muy loable. Lástima que los hechos no siempre concuerden con las intenciones. En teoría, Pantalla global defiende la cocreación y el conocimiento compartido, pero en la práctica, no ofrece las condiciones para fomentarlos. Y es, precisamente, la disparidad entre lo que se dice y lo que efectivamente se hace donde, de verdad, se encuentra el punto débil del proyecto.

Pantalla Global cuenta con una plataforma en la web que, en cierto modo, es el contrapunto virtual a la exposición física del CCCB. Dicha plataforma aloja un blog, donde los organizadores de la muestra han intentado hacer explícito el proceso de gestación del proyecto, mediante la publicación de textos, entrevistas, bibliografía y otros materiales relacionados con la exposición. Como en iniciativas similares, dicha bitácora virtual ha intentado convertirse en un medio de intercambio de ideas entre los organizadores de la muestra y su(s) público(s), aunque, como suele suceder, los resultados de la experiencia han sido más bien discretos.

Ahora bien, el plato fuerte de la plataforma virtual es un espacio en el que los organizadores de Pantalla global permiten a la gente subir sus propios vídeos de acuerdo con unos bloques temáticos predeterminados y que son los que estructuran el discurso de la exposición física. Los diferentes trabajos enviados por los colaboradores espontáneos se ponen a disposición del público por medio de Internet y de distintos monitores que se intercalan con las instalaciones ubicadas en el espacio expositivo del CCCB. El objetivo es que los creadores compartan sus trabajos en la plataforma digital de Pantalla global –una especie de Youtube acotado, pero investido del glamour del mundo de arte– para ofrecer un contrapunto al discurso de los curadores. Lo que se busca es contrastar el punto de vista de los videocreadores “espontáneos” con el discurso de la institución. En eso consiste el ejercicio de “cocreación” propuesto por Pantalla global.

Pantalla global se autodefine como un “proyecto abierto”. Miquel Nogués, coordinador de la exposición, incluso compara el proyecto con los programas informáticos open source. Pero, ¿las cosas son de verdad así?

Pantalla global invita a la gente a compartir sus creaciones. Sin embargo, no me queda claro que la institución esté dispuesta a hacer lo mismo que pide a sus usuarios, tal como intentaré demostrar explicando una anécdota personal. Guiado por la tentación de utilizar, para una propuesta propia, algunos de los materiales publicados en la web de Pantalla global, me dirigí a la página del aviso legal del proyecto. Mi intención era saber bajo qué condiciones podría copiar y distribuir los contenidos del sitio. Al fin y al cabo, defiendo el procomún, pero soy lo menos parecido a un “pirata”. Para mi sorpresa, lejos de acceder a las condiciones de alguna licencia copyleft, me encontré con unas cláusulas legales absolutamente restrictivas que contradicen cualquier voluntad de apertura.

Reproduzco dos de ellas:

1.1 Este sitio web y todos sus contenidos, incluyendo los textos, las imágenes, los sonidos, las bases de datos, los códigos y cualquier otro material, son propiedad del CCCB o de los terceros que hayan autorizado su uso. Todo este material se halla al amparo de la legislación de protección de la propiedad intelectual. Sus titulares se reservan las acciones legalmente oportunas para reparar los daños y perjuicios causados por cualquier acto que vulnere los derechos de propiedad intelectual sobre estos contenidos.

[…]

2.1 Queda totalmente prohibido distribuir, copiar, modificar o enviar tanto el contenido como el código de las páginas, salvo que se cuente con la autorización expresa y por escrito del CCCB. La información que se facilita en esta página no puede ser objeto por parte de los usuarios de venta o cesión, bajo ningún concepto, incluyendo la garantía.

Los proyectos de conocimiento común prosperan cuando todos trabajan bajo unas condiciones equitativas y cuando los resultados del esfuerzo colectivo revierten en toda la comunidad. Por lo visto, en el caso de Pantalla global, las relaciones que se establecen entre el CCCB y sus usuarios no son simétricas, de manera que, mientras que la institución –que tiene un carácter público, no lo olvidemos– pide generosidad a sus usuarios, se reserva el derecho a ser tacaña con ellos. Ella afirma promover la cultura del intercambio, pero se resiste a poner en circulación el conocimiento que genera.

Desde luego, son diversos los mensajes que ponen en entredicho la voluntad de apertura de Pantalla global. Así, cuando el espectador se pasea por la sala de realidad aumentada de la exposición física, se encuentra con unos códigos QR que le permiten descargarse unas aplicaciones, también accesibles desde la web, para interactuar con diversos objetos. Sin embargo, no deja de resultar chocante que dichas aplicaciones estén diseñadas exclusivamente para iPhone, iPad e iTouch. No por nada, Apple es una de las empresas que menos han hecho para favorecer el código abierto –ya no digamos, el software libre– y que más trabas han puesto a la universalidad de la web. ¿Por qué, si los responsables de Pantalla global ensalzan la apertura, terminan discriminando los dispositivos basados en estándares abiertos? Es posible que los iPhones tengan más sex appeal que los teléfonos con Android, pero apostar por los aparatos de empresas que basan su filosofía en la restricción no parece la mejor manera de defender el conocimiento compartido.

A últimas fechas, muchos curadores se han apuntado a la moda de favorecer las iniciativas basadas en la cooperación, la creación de redes de trabajo y la reivindicación de la inteligencia colectiva. Todo sea dicho, yo también participé de esta moda, cuando me embarqué –junto con Àlex Mitrani y Cristian Añó– en la organización de Processos oberts de Terrassa, en 2006. Sin embargo, organizar un proyecto colaborativo supone bastante más que publicar un blog y contactar con algunos colectivos para hacerlos trabajar, de una manera acotada y tutelada, con el objetivo de justificar el carácter plural de la iniciativa, tal como hicimos nosotros en Terrassa. En realidad, requiere ser más radicales, pues exige crear unas condiciones de colaboración que permitan generar un verdadero beneficio común, diseñar mecanismos de mediación que garanticen la interacción efectiva entre los participantes y proponer un marco legal que sustente la cultura del intercambio y favorezca la libre circulación del conocimiento. Se trata, en definitiva, de pasar de las palabras a los hechos.

Acerca de Eduardo Pérez Soler

Reparto mi tiempo entre la curaduría, la crítica de arte y la edición de publicaciones multimedia. He publicado numerosos artículos y reseñas de arte en revistas como Lápiz, Artes de México y a*desk, entre otras. También he curado diversas exposiciones, entre las que se pueden citar Sublime artificial (La Capella, Barcelona, 2002), Imatges subtitulades (Fundació Espais, Girona, 2003) y Processos Oberts (Terrassa, 2007). Formé parte del equipo de dirección de 22a, uno de los más importantes espacios expositivos independientes de la Barcelona del cambio de siglo. Tras trabajar varios años como editor en un gran grupo editorial español, ahora me he embarcado en la creación de Books and Chips, una empresa centrada en la concepción y desarrollo de tecnologías sociales para la educación y la cultura.
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2 respuestas a Pantalla global: ¿un proyecto abierto?

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