
Juan Gris, Bodegón con persiana, 1914, técnica mixta y collage sobre tela, 92,1 x 72,2 cm. Fotografía de The Yorck Project.
Podemos considerar la invención del collage, atribuida generalmente a Pablo Picasso, como uno de los grandes hitos del arte del siglo XX. Ya desde su aparición en los cuadros del cubismo sintético, esta técnica pictórica se reveló como un recurso de enorme capacidad expresiva, que sirvió para enriquecer el lenguaje visual de numerosas tendencias artísticas de la pasada centuria: desde el dadaísmo y el surrealismo hasta la transvanguardia, pasando por situacionismo, el arte pop y el nuevo realismo, entre otras.
Han sido múltiples las teorías aventuradas para explicar por qué el collage fue utilizado con tanta persistencia por artistas de tendencias y generaciones diversas. Algunos críticos sostuvieron que su uso iba encaminado a reafirmar la literalidad del plano pictórico mientras que otros detectaron en su utilización una voluntad de abrir un resquicio a la vida real en la ficción de la representación. Ciertos teóricos lo entendieron como un recurso para cuestionar el concepto de autoría y otros más lo consideraron la expresión de una sociedad caracterizada por la fragmentación. Tampoco faltó quien vio en él una reivindicación de lo vulgar y lo trivial.
De lo que no hay duda es que el collage es un procedimiento propio de la era industrial. Desde el mismo momento en que Picasso incorporó un hule que simula el diseño de un entramado en su Naturaleza muerta con silla de rejilla, las obras realizadas con esta técnica se han nutrido de elementos fabriles y, particularmente, de papeles impresos e imágenes reproducidas por medios mecánicos. Los collages aparecen como el resultado de un proceso de ensamblaje de una diversidad de elementos prefabricados que confluyen en una misma obra. En cierta manera, el collage es semejante al motor, pues uno y otro aparecen como una suma de piezas preexistentes que, una vez reunidas, dan lugar a una creación o un producto novedoso. Además, en ambos casos, los componentes utilizados continúan siendo identificables después de montados.
Es posible afirmar que el collage ha tenido su continuidad en el mashup. Aunque, en realidad, lo que ha conseguido este último es hacer más eficaz y sutil la lógica acumulativa o aditiva de aquel. Como el collage, el mashup encuentra su razón de ser en la reutilización de lo preexistente, si bien intenta llevarla hasta sus máximas consecuencias.
Esta idea puede constatarse de una manera clara en Housingmaps.com, de Paul Rademacher, considerado por la revista Wired como el primer ejemplo de mashup realizado con cartografía. Como es bien sabido, el citado programador se internó en el código fuente de Google Maps y le añadió listados de anuncios clasificados de apartamentos, para realizar una aplicación que permite situar, en un mapa, bienes inmobiliarios para alquilar o vender. Con ello, abrió el camino al gran caudal de información georreferenciada –utilizada con finalidades comerciales, artísticas, educativas o sociales– de que ahora disfrutamos. Ahora bien, lo que resulta interesante destacar aquí, es que Rademacher actuó de una manera semejante a como operaron, por ejemplo, los cubistas o los surrealistas con sus collages: como ellos, prefirió recurrir a elementos de que ya disponía, antes que crearlos ex nihilo, para dar lugar a unas propuestas cuyo valor en conjunto supera al de las partes por separado.
El mashup es a la época postindustrial lo que fue el collage a la era industrial. En ambos casos, nos encontramos con estrategias de reciclaje, de reaprovechamiento. Sin embargo, mientras que, en el collage, estas todavía se aplicaban al mundo de los átomos, en el caso del mashup se desarrollan en el universo de los bits. En contraste con los artistas modernos, que iban ensamblando y pegando elementos manufacturados en un soporte físico, los desarrolladores de mashups encadenan fragmentos de código e información digital legibles para las máquinas. El resultado son unas creaciones que trascienden el carácter de meros objetos de contemplación para cobrar las forma de aplicaciones con las que es posible interactuar mediante la interfaz del terminal electrónico.
Ahora bien, la cualidad que hace más atractivo al mashup es su carácter esencialmente inacabado. A diferencia de los collages modernos, que, por regla general, aparecen como unas obras cerradas en sí mismas y sobre las que no es posible actuar, los mashups suelen cobrar la forma de unas aplicaciones susceptibles de enriquecerse mediante la adición continua de información. Los mashups más eficaces son los que operan como plataformas abiertas al trabajo colaborativo y que basan su potencial en el poder de las multitudes. Un buen ejemplo de ello son los mapas de información georreferenciada que se enriquecen gracias a los datos que los usuarios van colocando de forma espontánea sobre ellos. Los mashups son collages en los que el factor acumulativo aparece potenciado, porque se vuelve virtualmente infinito. Y es en ello donde reside su contemporaneidad. Como las wikis y el software libre, los mashups son muy propios de los tiempos actuales porque encarnan a la perfección el ideal de apertura que caracteriza a la sociedad hiperconectada.
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