
Sobrevivir en la era digital. Fotograma de una animación del Tactical Technology Collective.
Leo en el estupendo blog de Iván de la Nuez, una sugerente aproximación al neoludismo. En su entrada, el escritor cubano nos ofrece algunas pinceladas que permiten perfilar la aversión contemporánea a las máquinas. Con agudeza, rastrea distintas prácticas y actitudes que, en su conjunto, nos alertan acerca de la existencia de una nueva clase de ludismo cuya ira se dirige no ya contra los obsolescentes ingenios de la era industrial sino contra las sublimes tecnologías sobre las que se sustenta la sociedad hiperconectada.
Siguiendo a De la Nuez, podemos detectar los rasgos de una nueva actitud ludita en manifestaciones sociales tan distintas como la reivindicación de la tactilidad y el trabajo artesanal, el gusto por la sexualidad carnal, el elogio de la lentitud, la nostalgia por el disco de vinilo y la aflicción ante la inminente desaparición del libro en papel. Pero no solo eso: el neoludismo se expresa en el corazón mismo del mundo digital como ponen en evidencia las diatribas de algunos desarrolladores venerables, como Jaron Lanier, contra los proyectos colaborativos de las multitudes conectadas en red o la sistemática labor de destrucción del sentido emprendida por los trolls que encuentran su razón de ser en Internet.
Así, los nuevos luditas oponen la sensualidad de la materia a la abstracción del código, el pálpito de la piel a la asepsia del sexo virtual, el recatado disfrute del reposo al ritmo frenético de los impulsos eléctricos y la tozuda objetualidad de lo analógico a la evanescencia de lo digital. Esgrimen el individualismo exacerbado contra el colectivismo del “maoísmo digital” y el delirio permanente contra la racionalidad del saber tecnocientífico. Algunos sueñan con una vida desconectada; otros, con una manera distinta de estar conectados.
Pero, como bien nos indica Iván de la Nuez, la rabia de los neoluditas no se dirige específicamente contra los dispositivos técnicos sino contra el sistema que les da sentido. Su revuelta es el signo del malestar contra un poder abstracto que se encarna en un Estado tecnocrático insensible a los problemas de sus ciudadanos, en un capital cuyos flujos especultativos son capaces de devastar países enteros y en un bucle producción-consumo capaz de satisfacer nuestros anhelos más inmediatos, pero insostenible a largo plazo. El nuevo ludismo funciona como un ejercicio metonímico: descarga su ira contra la sofisticación de las nuevas tecnologías porque ve en ellas el signo de la impenetrabilidad y la sinrazón de las tecnocracias hipermodernas. En el fondo, el odio contra las máquinas digitales es una expresión de la ira contra las nuevas formas de sometimiento.
De esta manera, el neoludismo es el síntoma de una nueva rebelión de la sociedad contra las fuerzas que buscan someterla. Apunta De la Nuez:
Acaso el nuevo ludismo represente la militancia de una sociedad líquida (descrita por Bauman) contra un poder sólido. Y si desde Karl Marx hasta Marshall Berman, “todo lo sólido se desvanecía en el aire”, hoy podemos decir que todo lo sólido parece disolverse en la Red. Incluidos nosotros mismos; expuestos como estamos a cerrar el círculo suicida que caracteriza también, no lo olvidemos, a cualquier ludismo que se precie.
Según el escritor cubano, la sociedad líquida se revuelve contra el poder sólido. Pero, ¿y si las cosas fueran al revés? ¿Y si el neoludismo fuera una reacción desesperada y terminal de una sociedad sólida que constata afligida cómo la realidad se funde ante sus ojos? Quizá la actitud de los nuevos luditas revele el temor ante el hundimiento de un mundo en el que existían puntos de referencia, cierta seguridad y algunas certezas. Al fin y al cabo, la modernidad había otorgado al sujeto –cuando menos, al sujeto occidental– un relato, una misión y una posición hegemónica frente al otro. En nuestra época, hemos asistido a la pulverización de todo ello. Es probable que la aversión a los nuevos ingenios tecnológicos sea consecuencia del vértigo que nos produce el adentrarnos en una realidad dominada por la incertidumbre absoluta y el riesgo permanente.
En última instancia, el neoludismo pone en evidencia el carácter paradójico del comportamiento de la multitud, el cual encierra una doble actitud conservadora y rupturista. Conservadora, porque denota la voluntad de preservar los viejos privilegios. Rupturista, porque pone de manifiesto el afán de liberarse del denso entramado de estrategias de poder que prolongan su sometimiento.
Se puede ver que la virtualizalización no nos libra de comer, de respirar… creo que Tyler Durden quería un mundo mas primitivo, mas violento… algunos de nosotros queremos también un mundo mas primitivo en algunos aspectos, un mundo mas no se como decirlo… físico, que nos parece mas real, más seguro, en el que nos sentimos menos a merced de los poderes que se insertan en lo administrado… vemos como cedemos el control del mundo físico poco a poco y hay quien está encantado de acapararlo.